Mucho se habla sobre magia pero con frecuencia los neófitos
no alcanzan a diferenciar entre términos tan sencillos como hechizo,
sortilegio, encantamientos y maldiciones. Por eso quiero comenzar este blog con estas pequeñas apreciaciones.
Un hechizo es un acto de magia que se realiza para alterar
la realidad, provocar efectos sobre ella usando procedimientos sobrenaturales y
al igual que los conjuros (que vienen a
ser sinónimo uno de otro) tienen un matiz litúrgico o ritual.
Cuando el objetivo de un hechizo es la adivinación del
futuro entonces se llama sortilegio.
Cuando se busca someter la voluntad de otra persona o en un
objeto tratando de influir en ellos entonces se llama encantamiento o maldición
si se realiza con ánimo de hacer daño o bendición si se usa para protección.
Los hechizos no son algo nuevo, su existencia se remonta
hasta el Neolítico y se viene practicando a lo largo de los milenios dejando
rastros en casi todas las culturas a través de documentos escritos. Una prueba
de ello es El Libro de los Muertos del antiguo Egipto donde se registran numerosos
hechizos de la época de la Edad Media.
En la Edad Media fue ampliamente perseguido bajo la
acusación de brujerías. Todos conocemos sobradamente al menos de oídas lo que
pasó en esta época sobre manera en las naciones donde el Cristianismo
enarbolaba su bandera.
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